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El secreto que sale a la luz tras las importaciones de vino chileno

Opiniones enfrentadas por la compra de vinos trasandinos, dejan al descubierto algunas opacidades y desventajas del negocio.

Por Soledad Andreu – Especial para El Triunfo de Baco

La primera alarma saltó cuando el principal exportador de vino embotellado del país, con facturación anual en cuanto a exportaciones por unos 200 millones de dólares y presencia en más de 95 países, anunció que traerá vino genérico desde Chile, ya que “hace más de 6 meses que un equipo de la bodega trabaja para buscar este tipo de vino en el mercado interno y no lo consigue”, según palabras de Juan Schamber, gerente de Relaciones Institucionales del grupo Peñaflor. Paralelamente, a la misma ola se subieron otras bodegas ­–son otros tres los casos que han trascendido hasta el momento– quienes ya han iniciado gestiones ante el Instituto Nacional de Vitivinicultura (I.N.V.) para importar vino por cantidades mucho menores. ¿Pero es verdad que no se consigue vino genérico en Argentina?

Algunos dicen que no, que «hay mucho vino en stock», una verdad de perogrullo, algo que se deduce de la caída del consumo, que ha dejado mucho vino del año pasado sin vender. Pero si bien las existencias están, la verdadera pregunta es: ¿están disponibles en el mercado?

Juan Carlos Caselles, propietario de Bodega SinFin y exportador de vinos varietales a granel, consultado sobre el tema, opina que este año hay cantidad de litros “más que suficiente, dado que ha caído mucho el consumo de mercado interno, y por más que se recupere a mediano plazo con las proyecciones más optimistas, no va a faltar stock”.

Evaluó que estas importaciones se hacen por temas de “precios”, especialmente de los vinos genéricos, “aunque en un segmento de vinos de calidad, la brecha de precio con los vinos de afuera es mucho más chica”. Es decir que, en este segmento, los vinos chilenos son más baratos (que en Argentina) y por el momento al parecer conviene traerlos desde afuera.

Para la contadora y broker de vinos Tati Gaibazzi, “no hay tanto vino de mesa. Por tanto, los que pueden los guardan para venderlos cuando mejoren los precios”. El precio de los genéricos está tan tonificado, que algunas operaciones, a fines del año pasado, cerraron a 300 pesos el litro, entonces casi 80 centavos de dólar oficial en aquel entonces. Un valor raramente visto para vinos de este segmento.

Algunos productores (se comenta) están esperando que el precio salte a 600 pesos (alrededor de 70 centavos de dólar oficial) en las próximas semanas y por eso no lo venden.

El siempre candente tema de los precios

Ahora que se liberó la importación (de todo) la discusión sobre el precio al que los productores de vino quieren vender, y al que las bodegas quieren comprar, se recrudece más que nunca.

Claro, dejados de lado los proteccionismos, se verán las disparidades que tiene Argentina frente a otros países en temas de producción y costos.

El presidente de la Asociación de Viñateros de San Juan, Ing. Juan José Ramos, dijo que definitivamente “si es más barato comprar vino en Chile” y esto se debe a que “Chile tiene un solo tipo de dólar que ronda los $860. Allí entonces la producción es más barata porque exportan con el mismo dólar que compran sus insumos. Nosotros seguimos teniendo un dólar no competitivo y encima tenemos inflación en dólares”.

Fabián Ruggeri, presidente de la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas (ACOVI) no se mostró muy conforme con las liberaciones de importación «En Argentina no vemos problemas ni de cantidad ni de calidad en este momento para realizar importaciones, que son las dos grandes excusas que dieron desde las bodegas para traer vino de afuera”. Y vaticinó: “Si bien son decisiones empresariales, de las cuales no podemos hacernos cargo, esto va a repercutir en el mercado interno, ya que agregar stock para el mercado no es bueno”.

Las cifras pronostican entre un 24% y un 26% más de cosecha este año en Mendoza.

Walter Bressia, actual presidente de Bodegas de Argentina (quien al momento de entrevistarlo se encontraba en Purmamarca, Jujuy, “entusiasmado con un nuevo proyecto”), las bodegas no consiguen vinos de traslado en Mendoza. “El mercado tiene una necesidad de vender porque tienen la demanda y no encuentran vino para poder fraccionarlo”, dijo tras aclarar que su opinión es a título “a título personal” y no en nombre de la cámara empresaria. “Bodegas de Argentina no participa de este tipo de decisiones, sino que son decisiones puramente comerciales de cada empresa”, aclaró.

Sin embargo hay que tener en cuenta que “con toda la complicación de logística, tanques, aduana y demás que significa traer vino desde Chile, el encarecimiento es importante” añade Walter Bressia, para quien el hecho de que ingrese o vaya a ingresar vino desde Chile “no tiene mayor incidencia en los precios”, pero sí la tiene la cantidad de salida que tenga el vino: “Si se vende menos vino, va a haber más volumen en el mercado, que a su vez va a presionar sobre los stocks, y eso naturalmente hace que los valores bajen. Al igual que los vinos que se venden afuera: “Si no logramos llegar a los números que veníamos exportando vamos a tener excedente que se verá reflejado en los precios. Pero eso va sobre otro carril, no tiene que ver con esta situación”, afirma Bressia.

Política de puertas abiertas, ¿cómo impacta?

Con la llegada del cambio de gobierno y las políticas de libre mercado fomentadas por el presidente Javier Milei, es de esperar que en el caso de la importación de vino y de otros insumos de la cadena vitivinícola se vayan agilizando los pedidos de importación que desde hace años venían prácticamente freezados.

 “Hay que tener en cuenta que, si pretendemos que el mundo se abra para recibir los vinos argentinos afuera, también tenemos que dar la posibilidad que ingresen vinos de otros países –indica Walter Bressia–. En ese sentido hay que ser abierto y confiar en que los vinos que tenemos son excelentes, y seguramente los vinos que van a venir a competir no son los grandes vinos del mundo. Por lo que, frente a ese segmento, la calidad de vinos argentinos es muy alta, así que no hay que tenerle miedo”, puntualiza.

Por su parte Fabián Ruggeri manifestó “no tener problema” con la apertura a las importaciones, aunque aclara que las mismas deberían darse “en un marco en donde las condiciones de la producción local y de la importación sean igualitarias”.

Lo graficó de este modo: “El vino que viene de Chile tiene permitido el agregado de agua exógena hasta el 7% del volumen total, y nosotros sólo tenemos permitido hasta el 2%, con lo cual el 5% del vino que se importa es agua y eso es mucha plata de diferencia con respecto al vino nuestro”. Y remarcó: “El 65% del precio total del producto que se paga en góndola corresponde a impuestos, entonces pongámosle esa misma cantidad de impuestos al vino importado para estar en las mismas condiciones que el nuestro”.

Consultado sobre el tema importación el ingeniero agrónomo Carlos Tizio, actual presidente del Instituto Nacional de Vitivinicultura (I.N.V.), se desmarcó de la polémica y sólo dijo que, en cuanto a la importación de vinos, el rol del Instituto es “controlar que el vino importado responda analíticamente al Certificado de Origen (CO). Si corresponde, el vino se comercializa controlando el fraccionamiento, y que en el etiquetado esté la mención bien visible del país de origen. Si no responde al CO, se interviene”.

Ingreso de otros insumos que generan entusiasmo

Ante un panorama de importación sin restricciones podrían llegar al mercado local insumos propios de la cadena vitivinícola, especialmente para productos más sofisticados “como por ejemplo nuevos modelos de botellas que no se consiguen en el mercado nacional.

Algo parecido opina Juan Carlos Caselles, para quien en este sentido “pueden aparecer alternativas interesantes y no temporales, si es que se abren aún más las importaciones”.