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De Buonarotti a Miró: frenesí, embriaguez y seducción en torno al vino

Bajo la premisa de que “el vino es la única obra de arte que se bebe” salimos a buscar pinturas en las cuales la universal bebida es la protagonista.

Por Soledad Andreu- Especial para El Triunfo de Baco

Bajo la premisa de que “el vino es la única obra de arte que se bebe” salimos a buscar pinturas en las cuales la universal bebida es la protagonista. Ya lo sabían los antiguos egipcios, griegos y romanos, quienes dejaron plasmadas obras en las que el vínculo con la religión, la carga simbólica y los rituales en torno al vino quedan de manifiesto a través de distintas piezas, técnicas y materiales.

Lo cierto es que la historia del vino se remonta entre 4.000 y 6.000 años a.C. Según testimonios literarios y diversos materiales arqueológicos, Mesopotamia podría haber sido la cuna del vino. Su consumo de vino estaba reservado a los círculos aristocráticos. Es en Egipto donde encontramos las primeras representaciones que hacen referencia al vino.

Concretamente en los frescos de las cámaras funerarias de Luxor y Sagqarah, en los que se puede apreciar de primera mano la importancia que los antiguos egipcios daban a la viticultura. Las principales regiones productoras de vino eran el delta del Nilo y los oasis del desierto de Libia y el Fayum.

«Los pueblos del Mediterráneo empezaron a emerger del barbarismo cuando aprendieron a cultivar olivos y vides». La cita es del historiador griego Tucídides. Sea como fuere, la influencia de la Antigua Grecia sobre el vino es vital para el desarrollo de casi todas las regiones vinícolas europeas y para la propia historia del vino.

Los griegos creían que fue el dios Dionisio regaló a los hombres las primeras vides. Uno de los ejemplos más representativos es el de ‘Hermes con el niño Dioniso’, una escultura griega de mármol, cuya autoría se atribuye al escultor Praxíteles del período clásico final.

Yendo más adelante en el tiempo, aparece la emblemática obra que tiene al dios del vino como su protagonista es Bacco de Miguel Ángel Buonarotti (también conocido como Baco ebrio), escultura en mármol realizada entre 1496 y 1497, que posteriormente fuera dibujada por el artista holandés Maarten van Heemskerck.

Artistas barrocos, contemporáneos y hasta surrealistas rinden su particular homenaje al vino, ya sea para expresar sentimientos de celebración o melancolía, de brindis compartido o de un trago en soledad, de creación o destrucción si se bebe en exceso, pero nunca indiferentes ante el jugo de la vid. Dibuje, maestro.

El triunfo de Baco. Conocido popularmente como “Los Borrachos”, el cuadro, uno de los más importantes de Diego de Velázquez – y el que da nombre a este portal de vinos – fue pintado entre 1628 y 1629 por un encargo del rey Felipe IV.

En el incendio que destruyó casi por completo el Real Alcázar de Madrid en 1734 (situado en donde actualmente se erige el Palacio Real), el cuadro sufrió algunos daños, por lo que debió ser retocado e incluso pasó a tener menores dimensiones, ya que algunos bordes sufrieron destrucción total. En esta obra, Velázquez abandona su temática de escenas religiosas, bodegones o retratos para centrarse en la fábula mitológica. Algunas interpretaciones ven sarcasmo o ironía en la pintura, es decir una “burla a la antigüedad”, mientras otras lo ven como una celebración a la “poesía del vino” (simbolizada por la corona de hiedra que representaba el culto a los poetas) o incluso una toma de posición política del artista en favor de la monarquía, expresada a través de metáforas estéticas. Actualmente forma parte de la exposición permanente del Museo del Prado de Madrid.

Dama bebiendo con un caballero” es un cuadro del holandés Johannes Vermeer realizado entre 1660 y 1661. De estilo barroco centroeuropeo, la pintura aborda uno de los temas recurrentes del autor durante esos años, que es la seducción a través del vino, en donde también está presente lo musical (un instrumento descansa sobre una silla y hay partituras sobre la mesa), además de reflejar el moralismo de la época, en donde las mujeres con una copa de vino se asociaban al vicio y a la prostitución. La semi-oscuridad reinante en la representación se ve matizada con una luminosa ventana con vitral en donde se adivina la imagen bíblica de La Templanza, una de las cuatro virtudes cardinales del cristianismo que, según la Real Academia Española, consiste en “moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos, sujetándolos a la razón”. Se encuentra actualmente expuesto en la Gemäldegalerie, una pinacoteca que forma parte del conjunto de Museos Estatales de Berlín, fundados en 1823 por el rey prusiano Friedrich Wilhelm III, que recopilan obras de arte, arqueología y etnología desde la antigüedad hasta hoy, y son considerados de los museos universales más grandes del mundo.

“La Bouteille de Vin (La Botella de Vino)”. Es una pintura del malagueño Pablo Ruiz Picasso que data de 1922. Se trata de un grabado realizado con la técnica del pochoir (coloreado a mano con gouache o témpera aguada) que muestra el típico bodegón de naturaleza muerta, pero en estilo cubista. Picasso junto con Georges Bracque son considerados los fundadores y principales referentes de este estilo artístico –surgido junto a las vanguardias del siglo XX– que se caracteriza por el uso de formas geométricas y sus composiciones fragmentadas y deconstruidas que pueden ser vistas desde múltiples perspectivas a la vez. Esta corriente vino a romper con los modelos estéticos anteriores, que valoraban la perfección de las formas. Esta no es la única obra de Picasso en la que hace referencia al vino, ya que realizó toda una serie de obras en torno a esta bebida y a la botella. Desde 2004 se encuentra expuesto en el Museo Vivanco de la Cultura de Briones (La Rioja, España).

Autorretrato con una botella de vino”, del artista noruego Edvard Munch, fue realizado en 1906. Considerado precursor del expresionismo alemán, Munch pintó este cuadro expresionista y simbolista, en donde el autorretrato en realidad no refleja la imagen fiel del artista, sino que se interpreta como una expresión psicológica de sus angustias y demonios internos, así como también sus padecimientos físicos. De esta manera, se trata de una expresión subjetiva donde predominan los sentimientos por encima de la descripción objetiva o naturalista de la realidad. Se puede apreciar en el nuevísimo museo Munchmuseet, situado junto a la Ópera de Oslo. Munch es considerado el más importante pintor noruego, y su cuadro más famoso es “El grito” (1893).

“La botella de vino”, de Joan Miró, es una obra de 1924. El catalán, uno de los máximos representantes del surrealismo español, es más conocido por sus pinturas, pero también fue un gran escultor, ceramista y grabador. Influenciado por el fauvismo, el cubismo y el expresionismo, el artista se instala en Francia durante “la década del veinte”, donde entra en contacto con la vanguardia artística y literaria del momento que publica el Manifeste du surréalisme, texto fundacional del grupo del mismo nombre, del que Miró formó parte. Con fuerte bagaje onírico, el surrealismo impulsa la expresión del subconsciente, atraído también por las nuevas comprensiones sobre el psiquismo humano, el arte y la creatividad que se abrían con los escritos de Sigmund Freud y su teoría del psicoanálisis. Esta obra no está expuesta en ninguna galería ni museo, sino que pertenece a una colección privada.

El circuito del vino

Así como en enoturismo existen los famosos “caminos del vino”, que llevan al visitante a través de escenografías de viñas, montañas y barricas, en materia de arte el Museo Nacional Thyssen Bornemisza de Madrid ha creado un itinerario llamado “la cultura del vino”. Se trata de un circuito pensado expresamente para dar a conocer diferentes aspectos de la historia del vino mientras se disfruta de un paseo por obras creadas entre 1509 y 1919, de la colección permanente del museo. Algunas de las 19 pinturas que se pueden contemplar son: “El violinista alegre con un vaso de vino” de Gerrit van Honthorst; “Baco y Ariadna” de Sebastiano Ricci; “Santa Isabel ofreciendo pan y vino a los mendigos” de autor anónimo alemán y “Botella y frutero” de Juan Gris, entre otros.