Por Soledad Andreu- Especial para El triunfo de Baco
Cuando comenzó a aflorar la tecnología blockchain, el inversor estadounidense afincado en Mendoza, Mike Tango Bravo entendió que era “la” oportunidad para dar un giro digital a su bodega, Costaflores Organic Vineyard. Y así fue que, en 2018, justo después de la cosecha –cuando el vino estaba en etapa de fermentación con dos años de reposo por delante para poder ser consumido– lanzó a la venta las primeras 16.384 botellas tokenizadas del mundo, marcando un antes y un después en la venta de vinos y liderando ese cambio desde esta parte del mundo.
Dueño desde 2003 de 3 hectáreas de Malbec, Petit Verdot y Cabernet Sauvignon ubicadas en el distrito de Perdriel, Luján de Cuyo, 11 años después de la primera cosecha decidió salir a vender la totalidad del vino de esa añada por medio de un criptoactivo, bajo el nombre de MTB18. Así nació el proyecto OpenVino, la primera plataforma en el mundo de vinos “tokenizados”.
Al día de hoy, OpenVino ha vendido más de 80 mil tokens-botellas de vino, los cuales van subiendo o bajando de precio según las leyes de oferta y demanda del mercado.
“Empecé a hacer vinos porque mis amigos enólogos y agrónomos me engañaron diciendo que esto era fácil”, contó con humor, en perfecto español con acento mendocino, frente a un auditorio de unos 350 jóvenes en el marco del encuentro Cryptovendimia 2024, que tuvo lugar en Campus Barcala el pasado 29 de febrero, y explicó que arrancó con el proyecto de botellas tokenizadas “buscando cómo carajo vender el vino” (sic).
Desde sus viñas ubicadas en la privilegiada zona vitivinícola del Sur lujanino, donde elabora entre 10 y 15 mil botellas al año, comenta que “estamos ante un cambio de paradigma, ya que sin dudas en poco tiempo la tecnología de blockchain irá adueñándose de otras actividades económicas”.
Es que este consultor informático de 54 años, nacido en Arizona, siempre miró más allá en cuanto a tecnología se refiere y recuerda que en su primera visita a la provincia, allá por 1991, algunos años antes de la popularización del e-mail, “convencí a mis amigos mendocinos de generar una cuenta de correo electrónico”.
Invertir en criptoactivos, un negocio al alcance de cualquier mortal
Más allá de la resistencia inicial “a lo nuevo”, hoy en día comprar tokens de vino es un negocio seguro, ya que “las operaciones se realizan sobre una red blockchain, que es inviolable dado que no puede hackearse ni modificarse”. Para las bodegas, la gran ventaja de tokenizar los vinos es que se puede comenzar a emitir los tokens una vez que hayan terminado de calcular el volumen total de botellas por elaborar, analizar el vino y declarar las partidas al Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV).Según explica Mike, “De manera habitual gran parte de las bodegas esperan largo tiempo para ver reflejada su producción en rentabilidad”.
El poseedor del token lo puede canjear –o “redimir”, en la jerga del blockchain– por botellas de vino, guardarlos, regalarlos o venderlos en la plataforma digital de la bodega. Los tokens tienen una duración de una década y luego expiran. Buscando conocer “quién está detrás de cada copa”, Mike Tango Bravo ideó una vuelta de tuerca más generando un verdadero feedback entre el consumidor y la bodega “aportando beneficios extra al cliente que eligió un criptovino”. Así, el consumidor del vino tiene la posibilidad de escanear el código QR que trae cada etiqueta, dar su opinión acerca del vino que está bebiendo y sacarse una selfie (en tiempos de redes sociales no hay experiencia si no está documentada), recibiendo a cambio un NFT (y más adelante, un token de OpenVino). “Pero –explica Mike– eso lo puede hacer cualquiera con la botella delante, independientemente de cómo lo adquirió: comprando token, consumiendo en un restaurante o habiéndolo recibido de regalo”.
Con el código QR que identifica cada botella, también se busca transmitir “transparencia extrema” de la bodega, poniendo al alcance del público todo tipo de información relacionada con la trazabilidad del producto, llegando así a “auto-certificar” su condición de vinos orgánicos (bio-digital-cert).
Sabiendo que “el vino mejora con el tiempo, pero no infinitamente”, los tokens adquiridos durante la etapa de fermentación del vino permiten al consumidor jugar con el momento exacto de maduración en el que decidirá beberlo, o con la posibilidad de venderlo o regalarlo en pos de hacer negocio o, por qué no, de tener un detalle con alguien que vive en la otra punta del globo.
Perseguir desafíos como filosofía de vida
Sumergirse en el mundo de Mike Tango Bravo, el innovador de la comercialización de vinos antes conocido como Mike Barrow, es un viaje que va desde la viticultura ancestral hasta la nueva cripto-economía, sin contradicciones. Aunque él se define como “viajero compulsivo y viticultor”.
Mike comenzó a los 14 años a involucrarse con la informática. Luego, cuando rondaba la veintena, dejó Estados Unidos para probar suerte en distintos países. “Al llegar a Mendoza, no sabía nada sobre hacer vinos. Soy un trotamundos, me involucro en entornos que son ajenos a mí, y a mitad de camino me cuestiono ¿por qué estoy haciendo esto? Debe ser parte de mi naturaleza” –confiesa sin solemnidades–, a la vez que admite que, si bien es un negocio difícil que requiere mucha dedicación y está muy sujeto a imprevistos e inclemencias del tiempo (de hecho él perdió dos cosechas enteras debido al granizo), “en el mundo del vino encontré gente muy talentosa y generosa dispuesta a compartir información”. Y así resume estas dos décadas como viticultor: “El valor de cultivar la viña y elaborar vinos no se mide en dinero (ni en cripto-dinero), sino que se mide por la pasión y el amor de crear este noble producto”.
¿El futuro es tener citas virtuales intercambiando un criptovino?
“El vino nos reúne en persona, en una mesa con una buena comida. Emplear nuevas tecnologías en producción, trazabilidad y comercialización no cambia lo importante que es el vino en sí. Si el vino no es bueno y no lo compartimos, no sirve ninguna tecnología”.
Argentina, a la cabeza en cuanto a desarrollos en la criptósfera
Consultado acerca de los desafíos de invertir e innovar en una Argentina inflacionaria, con excesos impositivos y lejanía geográfica de los principales centros de poder, Mike rescató que, a pesar de los problemas económicos y sociales mencionados, “Argentina es país líder en el mundo de los desarrollos de la criptósfera –aunque este dato sea muy poco conocido para el gran público–, además de ser país referente en cuanto a vender, valorar y certificar vinos”.
De la cepa a la copa, pasando por el bitcoin
La venta de tokens se realiza mediante los denominados smart contracts, los cuales, si bien permiten reducir costos al eliminar intermediarios, representan un desafío logístico para la bodega a la hora de redimir o canjear, para que el comprador de Nueva York, Buenos Aires, San Pablo o Barcelona pueda descorchar su vino en el plazo acordado.
Transportar el vino en cajas ecológicas hechas de sarmientos & fungi
En un mundo cada vez más preocupado por la sustentabilidad, Mike junto a un equipo de micólogos y un diseñador industrial crearon unas cajas para guardar vino fabricadas a partir de sarmientos desechados de las propias viñas, más el agregado de un conjunto de hongos (fungi), que actúan sobre los sarmientos secos y triturados creando un material nuevo, ecológico, resistente, inocuo y totalmente apto para el traslado de botellas de vino. “Todos los vinos MTB23 saldrán a la venta en esas cajas –aclara–, y esta tecnología está abierta a toda bodega que quiera emplearla e identificar su marca con una apuesta amigable con el medio ambiente”.
Una nueva economía
Con una visión basada en los desarrollos abiertos (open-source), “en la descentralización del poder y en los consensos colectivos para afrontar los desafíos del siglo XXI”, Mike apuesta a que el vino será “el primer producto de exportación en la colonia en Marte, cuando seamos una especie multiplanetaria”. Para conocer más acerca de este proyecto : costaflores.com y openvino.exchange
Drinksify, otra plataforma creada en Mendoza
“Comprar un NFT de un vino –es decir, un “vino tokenizado”– es un negocio rentable, ya que de manera sencilla, segura, sin comisiones y cómoda se puede invertir dinero en un rubro que ha aumentado más que el IPC, explican Carlos Moyano y Diego Ledda, fundadores de la plataforma Drinksify.
Si bien Argentina aún es un mercado incipiente, cada vez son más los que se animan: “Comprar un token de un activo físico es lo mismo que comprar un bien que va a mantener el valor en el tiempo o se va a apreciar más aún”, señalan. Además, con el objetivo de fidelizar a los consumidores las bodegas ofrecen interesantes descuentos y promociones a quienes compren sus tokens.
Otro punto importante es que representan un contrato directo de compra y venta (Smart Contract) entre la bodega y el consumidor final; es decir, no nos compran a nosotros sino a la bodega.