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En primera persona, cómo es comer en Chipirón

Lo que más y lo que menos me gustó del nuevo restaurante de mariscos y pesca, inaugurado hace poco por Ale Vigil y su socio Fede Rosat.

El fin de semana fui a comer al nuevo restaurante que abrieron en conjunto el chef Federico Rosat y el enólogo Alejandro Vigil, en el mall de Godoy Cruz. Fui con amigos. Iba con mucha expectativa, ya que no es fácil encontrar buenos mariscos y pescados en Mendoza, claramente porque estamos muy lejos del mar.

El ambiente y la decoración del restaurante me parecieron de muy buen gusto. También la música, discreta, buena compañía para un espacio cálido donde está muy presente la madera. También tiene buena iluminación, algo para mi super importante en un restaurante.

El servicio me pareció bueno; jóvenes bien predispuestos a escuchar sugerencias y a los pedidos de gente que – como yo – somos comensales algo exigentes.

Como entrada ordenamos, por supuesto, chipirones; los chipirones son calamares pequeños, muy populares en la gastronomía española, usándose como ingrediente en muchas recetas y tapas: chipirones rellenos, en su tinta, fritos, etc. En este caso, fritos; vienen con una salsa muy rica, y la verdad, vale la pena degustarlos.

También ordenamos ostiones que se preparan en una especie de cazuela, con salsa de tomate. También muy ricos. La única observación es que los sirven en un recipiente poco profundo que no conserva el calor, y por tanto si no te los comés super rápido, pierden el encanto de la cazuela.

Como principal ordenamos una «paella socarrat»; ésta se sirve en una paila poco profunda, y como su nombre lo indica, es crocante,, de hecho el socarrat es la parte ligeramente tostada del arroz que le proporciona ese sabor tan característico, aportando un gusto caramelizado y agradable al paladar. Para mi gusto, el plato – aunque lleva bastantes mariscos – es un poco soso en sabores, falto de condimentos, le falta cierto «punch» necesario en la paella. Nuevamente, la poca profundidad del recipiente, que tiene un gran diámetro, hace que el calor desaparezca en un santiamén.

Solo uno de nosotros pidió postre; una torta blanca, con una base de tarta crocante rellena de mascarpone, coronada con dulces de frutos regionales.

En cuanto a los vinos, para ser un restaurante cuya especialidad son los frutos de mar, faltan vinos blancos de buena relación precio/calidad. La carta de blancos es breve, y los precios me parecieron bastante altos. Ordenamos un Rutini Chardonnay que, en mi opinión, si no querés pasarte de los $50.000 por persona en la adición final, era lo que mejor iba en relación precio/calidad.

Con la propina, $50.000 por persona.